A los dieciséis años se trasladó a
Madrid, donde estudió
Derecho y
Filosofía y Letras. En esta época (
1922/
23) publicó sus dos primeras novelas, Tragicomedia de un hombre sin espíritu e Historia de un amanecer.
Colaboró habitualmente en
Revista de Occidente y Gaceta Literaria. Residió en
Berlín entre
1929 y
1931 durante el surgimiento del
nazismo. Se doctoró en Derecho en la
Universidad de Madrid e impartió clases en la misma.
Fue letrado de las Cortes desde la proclamación de la
República. En el comienzo de la
Guerra Civil se encontró dando conferencias en Sudamérica y, durante la misma, ejerció como funcionario del
Ministerio de Estado.
Al caer la República se exilió en
Buenos Aires, donde pasó diez años trabajando y colaboró en la revista
Sur, en el diario
La Nación y en la editorial Losada; asimismo, cofundó con
Lorenzo Luzuriaga la revista
Realidad.
Posteriormente, aún en la década de los cincuenta, Ayala se trasladó a
Puerto Rico, país en el cual impartió cursos en la
Facultad de Derecho de la
Universidad de Puerto Rico, invitado por el Decano de dicha institución, el renombrado jurista
Manuel Rodríguez Ramos. Desde el archipiélago de
Puerto Rico viajó a
Estados Unidos de América, donde impartió clases de Literatura española en las universidades de
Princeton,
Rutgers,
Nueva York y
Chicago, aunque también mantuvo estrechos lazos intelectuales y culturales con
Puerto Rico, donde igualmente vivieron largos exilios los renombrados
Pau Casals y
Juan Ramón Jiménez, entre otros españoles.
En
1960 regresó por primera vez a España. Desde entonces, volvió todos los veranos y compró una casa. Se reintegró a la vida literaria. En
1976 se instaló definitivamente en Madrid, donde continuó su labor de escritor, conferenciante y colaborador de prensa. En
1983, a los 77 años, fue elegido miembro de la
Real Academia Española; leyó su discurso de ingreso un año después. Hasta muy avanzada edad ha seguido escribiendo con plena lucidez. En 1988 obtuvo el
Premio Nacional de las Letras Españolas; en
1990 fue nombrado
Hijo Predilecto de Andalucía; en
1991 fue galardonado con el
Premio Cervantes [1] y en
1998 con el
Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
La crítica ha dividido generalmente la trayectoria narrativa de Francisco Ayala en dos etapas: la anterior y la posterior a la
Guerra Civil Española.
En la primera etapa, anterior a la Guerra Civil, escribió Tragicomedia de un hombre sin espíritu (
1925) e Historia de un amanecer (
1926), que se inscriben en una línea narrativa tradicional. Con El boxeador y un ángel (
1929) y Cazador en el alba (
1930) abordó la prosa vanguardista. En ambas colecciones de cuentos predominan el estilo metafórico, la brillantez expresiva, la falta de interés por la anécdota, la fascinación por el mundo moderno.
Tras un largo silencio, Francisco Ayala inició su segunda etapa en el exilio con El hechizado (
1944), relato sobre el intento de un criollo de entrevistarse con el rey
Carlos II que formó parte en
1949 de Los usurpadores, libro compuesto por siete narraciones cuyo tema común es el ansia de poder. La historia sirve aquí para reflexionar sobre el pasado, a fin de conocer con mayor profundidad el presente. También en 1949 publicó La cabeza del cordero, conjunto de relatos sobre la
Guerra Civil, en los que presta mayor atención al análisis de las pasiones y comportamientos de los personajes que a la crónica de unos acontecimientos externos. Muertes de perro (
1958) constituyó una denuncia de la situación de un pueblo sometido a una
dictadura, al tiempo que presentó la degradación humana en un mundo sin valores. El fondo del vaso (
1962) es un complemento de la novela anterior, que está presente en este nuevo relato a través de los comentarios que de ella hacen los personajes. La ironía se convierte en el recurso central de esta obra, aunque una mayor comprensión hacia el género humano va sustituyendo al desprecio. En algunas ocasiones, como en El hechizado, se acercó al mundo existencial y absurdo de
Franz Kafka, con una denuncia implícita de la inmoralidad y estupidez del poder.
Después de estas novelas Francisco Ayala siguió publicando relatos, como los recogidos en El As de Bastos (
1963), El rapto (
1965) y El jardín de las delicias (
1971), libro que se basa en el contraste entre la objetividad satírica de la primera parte, «Diablo mundo», y el tono evocativo, subjetivo y lírico de la segunda, «Días felices». En
1982 apareció De triunfos y penas, y en
1988 El jardín de las malicias, donde recogió seis cuentos escritos en diferentes épocas de su vida.
Gran importancia tiene también su obra ensayística, que abarca temas políticos y sociales, reflexiones sobre el presente y el pasado de España, el cine y la literatura.
Escribió unas memorias: "Recuerdos y olvidos" (1982,
1983, 1988 y 2006). Fue miembro de la
Academia de Buenas Letras de Granada. En noviembre de 2003 recibió en su ciudad natal el nombramiento de Socio de Honor de la asociación Granada Histórica, manifestando que ese, «tal vez, había sido uno de los momentos más bellos de la última etapa de su vida, pues tras casi un siglo de sentirse granadino por el mundo entero, ahora se reconocía por los propios granadinos».
Su relato El tajo fue seleccionado en la
antología de cuentos de la Guerra Civil Partes de guerra, a cargo del escritor
Ignacio Martínez de Pisón.
Fue miembro de la
Academia Europea de Ciencias y Artes desde 1997.
[2]El 15 de febrero de
2007 se convirtió en el primer depositario de la
Caja de las Letras del
Instituto Cervantes de Madrid.
[3]Falleció el
3 de noviembre de
2009 en
Madrid, a la edad de 103 años.
[4]Su capilla ardiente se instaló en el tanatorio del cementerio de San Isidro de Madrid, donde fue incinerado en la intimidad un día después de su fallecimiento.
Obras.